miércoles, 3 de noviembre de 2021

Una noche lo puede cambiar todo

Tras años de ausencia volvió a la ciudad en la que sucedió el accidente que durante tanto tiempo quiso olvidar. Laura debía recoger algunas cosas de su antiguo trabajo que necesitaba.  Todo era tal y como ella recordaba. Mientras caminaba por las calles podía verse a ella misma mucho tiempo atrás paseando felizmente por las aceras de su mano. Le venían los recuerdos de aquella noche, de cuando le tuvo que dejar ir. Y de repente, pasó por ese cruce, donde ocurrió el accidente. Todavía recordaba el aspecto del coche después de la tragedia: completamente destrozado. Aquella noche fue definitivamente la peor de su vida. Pablo era la única persona que le quedaba, y la había perdido. 


Pasó por la calle donde ellos vivían. Donde él le tocaba la guitarra muchas noches, donde se reían muchas veces viendo pelis en el sofá juntos…

Se le hizo muy difícil pasar por allí, pero su objetivo era recoger lo que necesitaba de la oficina y volver a su otra ciudad. Tampoco tenía una vida muy feliz allí, se sentía un poco sola y no tenía a nadie con quien pasar el rato o simplemente tener algún apoyo. 

Hacía muchos años ya que se había mudado a otra ciudad pero ella no encontraba nada que le pudiese llenar ese vacío.


Llegó a las oficinas y entró:

- Buenos días – le dijo a el recepcionista – he venido a recoger unos papeles de mi oficina, trabajé aquí hace varios años.

- Perfecto, dígame su nombre por favor.

- Laura Sánchez López.

- Sí, aquí esta. Voy a llamar a mi compañera para que suba con usted.

- Muchas gracias.

Vino la empleada, subieron las dos por el ascensor y llegaron a la oficina donde trabajaba.

- Le abro con la llave. Tiene suerte de que no haya entrado nadie a esta oficina con otro puesto de trabajo, si no los papeles no seguirían probablemente aquí.


Entraron y olía a cerrado y la habitación estaba oscura. Subieron las persianas y abrieron las ventanas. Allí seguía todo: la mesa con sus lapiceros y portapapeles, la estantería con muchísimos libros,  la silla donde pasaba muchísimas horas sentada trabajando, el perchero donde colgaba todas las mañanas su chaqueta... Laura buscó sus papeles y los cogió. Estaban exactamente en el mismo sitio.


- Ya los tengo, gracias.

- De nada. ¿Le acompaño a la salida?

- No, muchas gracias, ya bajo yo.


Bajó por las escaleras, le agobiaban mucho los ascensores. Cuando ya salió del edificio se le había hecho tarde, y a esa hora no habría trenes de vuelta, por lo tanto tenía que hacer noche ahí por mucho que le disgustara. Tenía las llaves de su antigua casa, pero ni por asomo se iba a quedar ahí, lo veía innecesario deprimirse más todavía, así que decidió ir a algún hotel de por allí y pasar la noche. 

Buscó por el móvil y encontró uno que estaba bastante cerca por lo tanto se dirigió a ese. Cuando llegó a la habitación no le disgustó. Estaba bien. Se fue a dormir enseguida porque estaba muy cansada.


A la mañana siguiente se despertó y recogió sus cosas para volverse.

Se puso a comprar su billete por internet y hasta las siete de la tarde no salía ningún tren en dirección a su destino.


- No me lo puedo creer, ¿que hago yo hasta las siete aquí? ¡Si son las once todavía!


De muy mal humor salió de la habitación, a las once y media tenía que estar fuera.

Decidió, por muy poco que le gustase, que tenía que irse por ahí a hacer tiempo antes de volverse.

Estuvo dando un paseo por la ciudad antes de buscar algún sitio para comer. Parecía que el tiempo no pasaba. Por fin llegó la hora de comer y se fue a uno de los bares donde ella solía comer, aunque cuando llegó y se le vinieron tantos recuerdos pensó que quizá no había sido tan buena idea. Pero ya no iba a irse a ningún lado, estaba cansada de andar y tenía mucha hambre. Se sentó en una mesa y se pidió un vaso de agua. Delante suya tenía a un chico que también estaba solo.


Pasó el rato y él se le acercó:

- ¿Te importa si como contigo? Es que no me gusta estar solo ahí sentado. Laura pensó al principio que que hacía aquel chico que no conocía de nada pidiéndole que si podían comer juntos, pero luego pensó que no tenía nada mejor que hacer y que tampoco le quería hacer ningún feo.

- Vale.

Se sentó en la silla que tenía delante.

- ¿Cómo te llamas?- le preguntó él.

- Laura, ¿y tú?

- Pablo.

Vaya por dios, pensó ella. Después de eso continuaron hablando y cuando se dio cuenta llevaban ahí dos horas charlando.

- Si quieres podemos ir a dar una vuelta y tomarnos un helado.

- Vale, pero a las seis y media me tengo que ir.

- Yo también, pero bueno pasamos un rato juntos.

Pasearon por la ciudad y llegó la hora de ir a la estación.

- Vaya, es la hora. - dijo Laura

- ¿Ya? Se me ha pasado muy rápido.

- A mi también, la verdad.

- Gracias por haberme regalado esta tarde, lo he pasado muy bien.

- Yo también. Debo irme o se me hará tarde. Encantada de haberte conocido Pablo.

-Igualmente Laura. Adiós.

- Adiós.


Él se fue andando y Laura cogió un taxi. Mientras estaba sentada tenía una sensación agridulce. Por un lado, estaba muy feliz de haberle conocido, pero por otro lado, no paraba de preguntarse porque no le había pedido su número o alguna forma de comunicarse con él. Igualmente, Laura no iba a volver nunca a esa ciudad, así que no lo volvería a ver. El taxi llegó a la estación y Laura se bajó del coche.

Cuando estaba sentada miraba por la ventana pensando en sus cosas.

- ¿Laura? - dijo alguien con una voz familiar.

Se dio la vuelta y ahí estaba el.

- ¿Pablo? ¿Qué haces aquí?

-Pues cogiendo un tren de vuelta a casa, me parece que lo mismo que tú.


Desde que ocurrió todo ha pasado un año. Laura ha vuelto a encontrar su lugar. Ha vuelto a encontrar a una persona que le ha llenado. Ella no se imaginaba que volvería a ser feliz, pero se ha dado cuenta de que estaba completamente equivocada. Aquí empezaba su nueva vida.


Claudia Panadero Alcántara (3ºESO-C)

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