martes, 9 de noviembre de 2021

¿Quién soy? I

                                              

 La muchacha abrió los ojos desconcertada. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. No tenía cartera. Su reloj marcaba las 4:30. Tenía en pelo marrón y ondulado, los ojos verdosos, pecas, la piel relativamente blanca y era de estatura más bien alta. Al verla despierta, el doctor se quedó asombrado, y le explicó que llevaba varias semanas en coma, después de haber recibido un golpe en la cabeza y un balazo en la en el abdomen.

-Menos mal que te encontró ese joven. Dijo mirando fuera de la habitación hacia un muchacho con el pelo marrón y rizado, ojos claros, con pecas, moreno de piel y alto de estatura.

-No te ha dejado sola en ningún momento, salvo para comer.

Ella, agobiada, empezó a correr, seguida por el chico. Cuando ya salieron del edificio se detuvieron, momento que aprovecho él para preguntarle por qué huía, a lo que contesto a la defensiva que quién era y por qué la seguía:

-Me llamo Jorge, fui el que te encontró.

-Y ¿Por qué no te has ido?

-Porque me dijiste que no me fuera, y pues aquí estoy- Antes de que le diese tiempo de contestar, se oyeron dos disparos (no se sabe cómo pero no les pasó nada). Rápidamente, se escondieron.

- ¿Quiénes son? ¿Por qué nos disparan?

-No lo sé, yo me acabo de despertar. Dijo intentando pensar que hacer.

-El tirador se está acercando, ¿vale?, cuando te diga lanza esto hacia allá, ¿de acuerdo?

Jorge asintió con la cabeza, pero él solo pensaba en porque le estaba haciendo caso a una persona que acababa de conocer y que encima no se acordaba de nada.

La chica le hizo una seña, Jorge lanzó la piedra y acto seguido, la persona  que les disparó, cambio su ruta hacia donde provenía el sonido. Ella, que le había dado la vuelta al coche, le propino al disparador una patada que lo derribó el tiempo suficiente para que Jorge y la muchacha robaran un coche y huyesen.  Jorge quedo alucinado a ver como había abierto la cerradura del coche y como había arrancado el coche.

- ¿Cómo lo has hecho?

- ¿Qué cosa? ¿Lo del coche? No lo sé, me ha salido solo.

- ¿Qué va a hacer ahora? Alguien te quiere matar y no sabemos por qué.

- ¿Sabemos? Para empezar, no hay un nosotros, hay un tú y un yo, y para seguir voy a averiguar quién me quiere matar y por qué.

- ¡¿Cómo que no hay un nosotros?! Yo voy contigo, y eso lo saben hasta los indios

-No puedo permitir que vengas, conmigo, no te conozco, es peligro, y encima tendrás familia que te estará esperando.

-Si es peligroso, me vas a necesitar, y además soy la persona a la que más conoces, y no, no tengo familia, mis padres desaparecieron cuando era pequeño y desde entonces me la he apañado yo solo.

-Está bien, pero no voy a hacerme cargo de ti.

En ese momento un coche choco por detrás, era el del atacante. Aquí comenzó una persecución que acabo cuando, después de más de 20 minutos, volcaron los dos coches al colisionar. La muchacha, malherida, salió del coche, sin visionar a Jorge. El pistolero, que la vio moverse, fue hacia ella, sacó su pistola y le apuntó con ella, y cuando estaba a punto de disparar, Jorge le clavo un cristal que había en el suelo, matando en el acto al que los atacaba.

- ¿Estás bien?

-Sí.

-Vamos a esconder el cuerpo, coger lo que tenga en el coche de más importancia y volemos con el cadáver para” limpiarlo”.  ¿De acuerdo?

-Vale

Allí en el coche encontraron un par de pistolas, hojas con apuntes y fotos de ella y una carta que decidieron abrir más tarde, después fueron con el muerto, que tenía una cartera en la que había mucho dinero, su identidad y una llave muy extraña; más pistolas, y la una tarjeta del hotel Canis Lupus. Después de haber cogido todo, fueron a ese hotel y se hospedaron poniendo la excusa de, que la persona la que habían matado, era el padre de Jorge, y la muchacha era su novia.

Se asearon y planearon lo que iban a hacer.

- ¿Dónde me encontraste?

-Aquí

-Mañana iremos para allá e investigaremos, pero hoy vamos descansar un rato que ha sido un día muy duro, y mañana lo más seguro es que también sea así.

-Estoy de acuerdo. Háblame un poco de ti.

- ¿Qué te puedo contar? No me acuerdo de nada.

-No me creo que no te acuerdes de nada y sin embargo hayas robado el coche como si montases en bici.

-No sé cómo lo he hecho. A, por cierto, no te he dado no te he dado las gracias por haberme salvado antes.

-Tú hubieras hecho lo mismo por mí.

Estuvieron charlando toda la noche; era como si se conociesen de toda la vida.

-Todavía no sé cómo te llamas.

-No tengo nombre, si quieres, me lo puede poner tú.

-María, si te parece. Era el nombre de mi madre.

-Es precioso.

Dijo sonriendo por primera vez.

-Guau

- ¿Qué pasa?

-Que tu sonrisa es preciosa.

-Gracias

Dijo sonrojada.

-Buenas noches.  Declaró bostezando y echándose en el hombro de Jorge.

Al día siguiente, salieron temprano, a eso de las 8:30, para ir al sitio donde Jorge encontró a Marí, y pusieron un papel en la puerta, en el canto, para que si hubiese entrado alguien lo supiesen; aparte del cartel de no molestar. Pasaron al lado de donde volcaron el anterior día, y estaba rodeado de policías, que buscaron pruebas inútilmente, puesto que habían limpiado el lugar y, por suerte para ellos, el día anterior no hubo nadie por los alrededores.

Nada más llegar al lugar encontraron una mancha de sangre.

- ¿En qué lado me encontraste?

- En ese, ¿por?

Dijo señalando al lado opuesto de un callejón sin salida, pero con una alcantarilla.

- No sé el qué, pero algo no me cuadra.

-Piensa qué es, que yo mientras voy a investigar.

Ella se sentó al lado de la mancha y estuvo meditando durante un largo rato lo ocurrido hasta que llegó a la conclusión de que dos personas fueron las que le dispararon y golpearon; que ella le disparó a una, dejando así la mancha en la pared; que la otra la remato a ella; escondió el cadáver de su compañero y se fue de allí.

Mientras tanto Jorge, encontró, detrás de un cubo de basura, una caja fuerte muy pequeña y él también se preguntaba una cosa: ¿por qué estaba esa alcantarilla allí? Había visto una y otra vez los planos de las alcantarillas de la cuidad y no aparecía. No os penséis que Jorge era un rarito, que, en su tiempo libre, miraba los mapas de las alcantarillas; simplemente, él, trabajaba en una empresa de alcantarillado, que no le gustaba, antes de emprender esta aventura. Se fue hacia ella y vio que se necesitaba un código para entrar, cosa que le pareció más rara que ver un gato verde.

  Fue rápidamente a decirle todo a María, y viceversa. A él le pareció muy coherente la hipótesis de ella, y María le sorprendió lo dicho por Jorge sobre la alcantarilla. Fue corriendo hacia allí, seguida, otra vez por él. Se dieron cuenta de que el código era de 3 cifras.

-Estamos anclados. Y además tengo hambre, ¿qué hora es?

-No lo sé, mi reloj se paró a las 4:30.

-Imposible. Cuando yo te encontré eran apenas las 12 de la mañana.

- Eso quiere decir que lo paré yo a esa hora.

-Sí, porque no está roto ni nada por el estilo, ¿vedad?

En ese momento probaron con esa contraseña y funcionó. De la alegría Jorge abrazó la sin darse cuenta.

-Perdón.

-No pasa nada, es comprensible estar alegre. Cada vez estamos más cerca de saber quién te hizo esto. Pero, no podemos ir a comer antes de entrar, porfa.

-En serio

Dijo María riendo.

-Sí, que además cuando tengo hambre no hay quien me aguante. Por favor

-Si me lo dices con esa carita de cordero no me queda otra que decir que sí.

Se fueron al McDonald’s más cercano y charlaron sobre la vida de Jorge. Cuando volvieron, Jorge se paró en una tienda y le dijo a María que siguiera, que ya le pillaría. A lo que ella obedeció, puesto que quería averiguar que había dentro de la alcantarilla.

-Cuatro…tres…cero

- ¡Buuuuuu!

En ese momento Jorge aprendió que no era buena idea asustar a María, porque del puñetazo que se llevó se calló al suelo redondo

-Perdón, perdón, perdón.

-No pasa nada, es culpa mía por haberte asustado. Toma, es un regalo

Le explicó dándole una caja de la que sacó un reloj

-Muchas gracias, pero ¿por qué me regalas esto?

-Una razón es porque el tuyo está roto, y la otra te la diré en otro momento

Satisfecha con la respuesta se metió dentro de la alcantarilla, que no era una alcantarilla, sino una guarida secreta. Había armas, ordenadores de última generación y aparatos que no se podrían describir fácilmente, aparte de buscar archivos. Buscaron durante horas como encender un ordenador al que no se podía acceder sin una huella dactilar.

-Busca fiso.

- ¿Fiso?

-Sí.

Contestó Jorge seguro.

-Toma.

-Gracias.

Cogió un trozo y lo puso encima del detector de huellas, presionó y …

- ¡Funciona!

- ¡Bravo!

Esta vez fue María la que le abrazó, pero no hubo disculpa alguna; los dos estaban super eufóricos… En el brazo, Jorge, se clavó la caja, acordándose así de que la tenía y comunicándoselo a María,

-Mira la cerradura.

-Ya, y qué.

-A qué te recuerda

Dijo Jorge creando una indirecta hacia la llave que cogieron del atacante.

-Es verdad, tenemos que ir a cogerla.

-Además, ya es tarde, nos deberíamos ir yendo.

- ¿No quieres averiguar más cosas?

-Sí, pero si no descansamos mañana no podremos rendir, además se donde podremos comprar la cena.

-Siempre penando con el estómago.

-Si Dios me ha hecho así, ¿qué quieres que le haga? Dijeron riendo.

A punto de llegar al hotel, se pasaron en un restaurante de comida china, en el que pidieron dos pares de palillos porque María insistió mucho en aprender. Cuando estuvieron apunto de entrar María le dijo en clave una cosa a Jorge:

-Nos tenemos que ir, se me ha olvidado la cartera en el restaurante.

-Vale

Y, corriendo, bajaron rápidamente las escales; y hasta que no habían bajado dos plantas no se dieron cuenta de que les seguían. Por lo pronto de lo que se dieron cuenta de que era una mujer con el pelo corto y oscuro, más o menos por el hombro, y de estatura más o menos baja.

Corrieron lo más rápido que pudieron, y consiguieron llegar, meterse en la alcantarilla.

-Menos mal que no nos ha visto.

-Pero ahora no podremos coger la llave.

- ¿Qué más da? Estamos sanos y salvos.

-Ya, pero…

-Pero nada, ya habrá otra manera de conseguirlo. Por lo pronto tenemos comida.

¡BANG!¡BANG! Dos balas rebotaron en la puerta.

-Toma, si se mete dispara.

-No creo que se pueda meter.

Se oyó un golpe fuera, pero no era una bala. De repente se abrió la puerta, y no entró la mujer, si no…

                                                       CONTINUARÁ....


                                           María Dolores Madrid Ocaña (3ºESO-A)

domingo, 7 de noviembre de 2021

Después de la tormenta I

La muchacha abrió los ojos desconcertada. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. No tenía cartera. Su reloj marcaba las cuatro y media.

 Visualizó la habitación donde se encontraba, estaba en una habitación de hospital con una máquina que le proporcionaba oxígeno,varios sueros inyectados acompañados de vendajes en los dos brazos y una bata que le tapaba el cuerpo. Unos pasos empezaron a sonar dirigiéndose a donde estaba ella, intentó moverse pero le costaba mucho y decidió quedarse quieta para ver quién era.

Entró en la habitación un chico alto de pelo castaño desteñido de rubio con orejas de oso, ojos verde esmeralda, llevaba puesta una sudadera blanca con las mangas remangadas que dejaban ver cicatrizes en sus brazos y unos pantalones vaqueros negros vaqueros acompañados de unos convers negros los cuales estaban un tanto usados, el chico vio que la muchacha estaba despierta y que lo miraba con mucha atención se acerco a la cama y le pregunto:

-¿Cómo te encuentras?- dijo quedando al lado de la camilla donde la chica se encontraba. 

-¿Quién eres? ¿Qué hago aquí? ¿Qué me ha pasado?- dice un poco nerviosa.

-¿Tranquila no te pongas nerviosa ...no recuerdas qué te paso?...-dijo preocupado.

- Va a empeorar tu estado si no te tranquilizas. Se agacho un poco y le acarició la cabeza intentando tranquilizarla.

La chica se iba tranquilizando poco a poco y se giró y lo miro para volver a preguntar: 

-¿Cómo te llamas?- volvió a preguntar algo más tranquila pero desconfiada, ya que no sabía quién era ese chico de pelo castaño con orejas de oso ¿acaso debía suponer un peligro el estar en esa habitación junto a ese chico?

-Yo soy Rubén- respondió el chico para finalizar con una pequeña sonrisa que le transmitió confianza a la chica.

- ¿Y tú?- preguntó Rubén esperando su respectivo nombre.

- No lo recuerdo…-dijo la chica desanimada ya que no sabía nada de él, ni de lo que había pasado, ni de quién era ella. Rubén se asombró y decidió preguntar otra cosa-¿Recuerdas algo más?- la chica negó con la cabeza.  Rubén se puso triste ya que no sabía cómo poder ayudar a la chica.

La doctora entró en la habitación, con los informes del diagnóstico y una nueva bolsa de suero para la chica que no recordaba nada,vio que la paciente estaba despierta y que el chico que la trajo estaba junto a ella.

-Buenas tardes-se dirigió a los dos con un tono serio,que por dentro era un tono con asombro.

-Buenas tardes-contestó Rubén que se levantó viendo que la doctora Ana estaba allí. 

-Buenas..tardes..-dijo la chica sin muchas ganas de hablar viendo a los dos. 

-¿Cómo te encuentras Amai?-dijo la doctora dirigiéndose a su lado donde tenía el suero,después se dispuso a cambiarlo por el nuevo que traía.

-........¿.Amai así es como me llamo?................-se quedó unos segundos callada y después volvió a preguntar: 

-Perdone, pero,¿qué me ha pasado? ¿por qué este chico me ha venido a visitar? ¿cuánto tiempo llevo aquí?- dijo Amai intentando descubrir quién era y todo lo que había sucedido.

-Te llamas Amai, vives en Karmaland y eres una de los héroes de Karmaland. Eres una híbrida de oso como él,has tenido un accidente en la playa pero no sabemos cómo ha ocurrido todo. Este chico te encontró en la playa inconsciente después se te ingresó aquí y llevas 3 meses en coma. Cuando llegaste aquí tenías múltiples heridas en ambos brazos y piernas, traumatismo craneal menor, el cual te ha producido la pérdida de tu memoria y también sufriste daños en tus ojos,lo que te ha provocado en uno de ellos heterocromía del iris. Ana le hizo un pequeño chequeo para ver que todo había ido bien durante esos meses en los que ella estuvo en coma. Amai se quedó sin palabras mientras en su mente estaba muy nerviosa preguntándose muchas cosas: ¿porque nadie más ha venido a visitarme?¿acaso no tengo a mi familia aquí? ¿Por qué estoy en este pueblo llamado karmaland? ¿Cómo es que Ruben fue el único en encontrarme y venir a visitarme?......

Sus pulsaciones empezaron a subir por cada cosa que se iba preguntando,Ana la intentó tranquilizar

-Eh eh,tranquila Amai te pondrás peor si te pones nerviosa- dijo Ana quitándole la mascarilla que le empezaba a agobiar a Amai cuando respiraba.

-¿¡No se ni quien soy...ni dónde está mi casa,si tengo familia aquí…..no se nada!?-dijo tristemente mientras empezaba a sollozar. Rubén, que no dijo nada más desde que llegó Ana, se puso a nivel de la cama y le acarició la cabeza mientras la abrazó.

-Tranquila...puede que tú no sepas nada de nadie ni de ti,pero yo sí sé quien eres y sé que eres una persona maravillosa en el pueblo y muy fuerte con todo, por favor tranquilízate- dijo mientra le acariciaba la cabeza.

Amai comenzó a tranquilizarse mientras dejaba caer sus lágrimas, bajo sus orejas de osa y también se abrazaba al chico de ojos esmeralda que aun no sabía quién era. Cuando se tranquilizó, Rubén se separó de ella despacio y calmado con una pequeña sonrisa que reconfortaba más a Amai.

-¿Nos dejas hablar un momento a solas Ruben?-dijo Ana recuperando la palabra para hablar a solas con su amiga y paciente Amai.

-Claro, me quedaré afuera- dijo cerrando la puerta y quedándose allí esperando. Ana acercó una silla que había en la habitación, a la cama donde se encontraba Amai,se sentó en ella y miró a Amai dejando los papeles de su diagnóstico en su regazo.

-Seguro que no me reconoceras pero yo soy una amiga tuya y tu doctora, nos conocimos antes de venir a Karmaland junto a otras dos chicas, empezamos aquí a hacer nuestras vidas junto a nueve personas que también vinieron. Rubén, el chico que estaba aqui es tu marido y… Fue cortada de repente por Amai que gritó bastante roja y asombrada.

-¿¡Él es mi esposo!?-

-Si, ese es tu esposo y se llama Ruben,pero él se puede presentar solo y yo no tengo mucho tiempo antes de que salga del trabajo.Yo soy también una heroína de Karmaland junto a ti y otras personas hemos luchado varias veces contra males o criaturas de otros pueblos que nos querían atacar en una lucha con una voz maligna que fue tomando forma humana, se metió en tu cabeza y te hizo bastante daño. Después de ese incidente viniste muy asustada diciendo que empezaste a escuchar voces y te mandé a que tomara unas pastillas que hacía que no interrumpieron en tu mente por un tiempo. ¿Escuchas esas voces ahora?- dijo para empezar a apuntar algo en los papeles que tenía.

-Pues por ahora no-dijo para intentar procesar toda la información que esta le había dado.

-Vale entonces me voy yendo, que pronto vendrá una doctora que te traerá la comida por ahora el alta no te lo podemos da ya que has estado bastante tiempo en coma, adios pequeño poni- le dijo para levantarse de la silla, dándole un besito en la cabeza y riéndose de aquella habitación . Al salir de esta se encontró con el esposo de la chica.

-Puedes contarle cosas para ver si va recordando cosas pero no la presiones mucho aun no sabemos cómo está su mente y sus emociones, no vayas a hacer ninguna locura Rabia por favor, si pasa algo no dudes en llamarme ahora hay que estar bastante pendientes de ella.Sé el marido que ella ahora necesita si le llega a pasar algo por tu culpa te mato- dijo Ana para irse a atender a otros pacientes.

Rubén entró de nuevo en la habitación y sonrió con sensación de alivio al saber que su esposa estaba con él en ese momento. Se sentó en la silla donde la doctora se había sentado antes, para empezar a decirle cómo se conocieron,todo lo que habían vivido los dos juntos como pareja y cómo empezaron su  matrimonio,quienes eran aquellos héroes compañeros y cuando llegaron al pueblo aquel llamado Karmaland.

-Creo que te tengo que contar muchas cosas - dijo Rubén viéndola a sus ojos, ahora de distinto color .

-Si parece que sí …-dijo Amai algo tímida al estar delante de la persona que le había pedido la mano pero que no recordaba en absoluto.

-Para empezar y que no me veas como un extraño me iré presentando...bueno yo soy Ruben como ya te he dicho,soy tu esposo , el cura de Karmaland y otro héroe de aquí como tu.-dijo tranquilo intentando no ser muy agobiante.

-Los curas no pueden casarse -dijo Amai algo desconcertada y pensando que en verdad no era cura.

-No, en algunos sitios son muy estrictos con eso pero en este pueblo no lo son tanto,digamos que soy un cura moderno-dijo con una sonrisa.

-¿Y qué es Karmaland? -dijo Amai con mucha curiosidad.

-Karmaland es un pueblo  con muchas cosas mágicas que no tienen otros pueblos. Este pueblo no se encuentra tan fácilmente, nosotros llegamos aquí para ser héroes, de alguna forma los dioses de Karmaland, nos eligieron justamente a nosotros para proteger este maravilloso lugar. Como has podido apreciar aquí no solo hay pueblerinos sino que también criaturas como tú y como yo, nosotros nos denominamos híbridos se podría decir que somos una fusión entre un humano y un animal, tú y yo somos de el mismo animal un oso-dijo mientras señalaba sus orejas.

Amai se quedó muy impresionada con lo que le había dicho Ruben, Inconscientemente su cola de oso empezó a moverse de alegría. Se quedó fascinada con la explicación que le había dado. Ruben sintió la energía llena de alegría de Amai y sonrió un poco y también movió la cola.

-¿Cómo se llaman los héroes de este pueblo?¿Cómo son? ¿Puedes contarme más?-dijo Amai muy emocionada con ganas de saber más sobre su vida y la historia del pueblo donde había estado habitando durante unos años. 

Ruben soltó una pequeña risa al verla tan entusiasmada y la miró con dulzura. 

 -Vale jeje, empecemos por el líder de nosotros,el héroe más fuerte, él se llama Vegetta, es moreno de ojos morados, es un poco musculoso. Es muy responsable no le gusta la gente traviesa que comete ilegalidades, es respetuoso, amable,generoso y gracioso. 

                                           CONTINUARÁ...

                                                               Emily Dayana Franco Lozano (3ºESO-A)

 

jueves, 4 de noviembre de 2021

Asesinato por encargo

 

El día en que lo iban a matar, Santiago se levantó muy temprano como todos los días…

Santiago, estaba condenado a pena de muerte por el asesinato de Sarah, la hermana del Presidente de los Estados Unidos de América y de tres de sus guardaespaldas en un acto electoral. 


El asesinato fue rápido… el asesino subió al escenario por la parte de atrás y se dirigió directamente hacia la primera víctima, la hermana del presidente y disparó sin compasión alguna, salió corriendo y tres guardaespaldas lo persiguieron, pero antes de que pudieran hacer nada cada uno tenía ya un disparo en la frente. 


En las grabaciones de la escena, no se veía nada, solamente que el asesino iba vestido con unos vaqueros, una camiseta blanca y un pasamontaña con el que no se le reconocía, sólo se apreciaba que era un hombre alto y de complexión fuerte, físico que concuerda perfectamente con el de Santiago.


Cuando fue interrogado declaró que no estuvo presente en ese evento, que estuvo tranquilamente en su casa y que sólo salió de ella para comprar en la carnicería de su barrio. 


El Presidente, al ver las imágenes y ver que el aspecto del asesino concordaba con el de Santiago lo acusó porque era la expareja de su hermana y cuando rompieron la relación, Santiago y Sarah tuvieron una fuerte discusión en las que ambos se hicieron graves amenazas y de la que fue testigo el propio Presidente y todo el país, pues ocurrió en un mitin en el que estaban grabando todas las televisiones del país


Roberto, padre de Santiago cree en la inocencia absoluta de su hijo desde el primer momento en el que fue acusado y desde entonces se dedica día y noche a buscar pruebas que demuestren la verdad de lo sucedido ese fatídico día en el que su hijo fue acusado de tan terrible crimen y que sirvan para recurrir la sentencia que le condenaba a muerte. 


Pero ese día tan temido había llegado…  A las 10:00 de la mañana, como todos los días el guarda de la prisión entró en la minúscula y claustrofóbica celda en la que Santiago cumplía condena, se encontraba cansado, porque no había dormido nada de la angustia de saber que su muerte era inminente.


Mientras tanto su padre en un último intento por salvar la vida de su hijo, hablaba con el dueño de la carnicería en la que Santiago afirmaba estar la mañana del crimen. La carnicería tuvo que cerrarse después del crimen pues al aparecer el nombre del establecimiento en todas las noticias la gente dejó de ir pues se cundió el rumor de que allí se planeó el crimen.

Pero realmente la única información que el dueño le podía dar al padre, era el nombre del dependiente que ese día estaba trabajando en el negocio, Josh Smith William

Con esta información Roberto se dirige al registro y allí le dan un número de teléfono para intentar localizar al empleado y que este le pudiera aportar algún dato de su hijo de la mañana del asesinato.


Roberto llama a este número y Josh le coge el teléfono. El padre le cuenta su desesperada situación y le pide al dependiente que por favor intente recordar si ese día había entrado en la carnicería alguna persona con la descripción de su hijo. Josh le dice que sí, que casualmente esa misma mañana, habían entrado en el establecimiento dos personas muy parecidas, una era alta y fuerte y vestía camiseta blanca, pantalones vaqueros y deportivas blancas y la otra persona era alta, fuerte y vestía camiseta blanca, vaqueros y zapatillas negras. Esta coincidencia llamó mucho la atención de Roberto y sospechó que alguien había tendido una trampa a su hijo. Sospechaba que alguien había estado espiando a su hijo con la intención de hacerse pasar por él y con su aspecto cometer el asesinato.


   Como Santiago tenía cámaras de vigilancia en su casa Roberto le pide a Josh que quede con él para ir a la casa y echarles un vistazo a, por si en ellas pudieran ver algo sospechoso. Se ven en la casa y empiezan a visionar las cámaras del día del asesinato. 


En un momento Roberto observa un extraño movimiento en la cortina del salón, hace un zoom y tras la cortina se aprecia la silueta de un hombre con deportivas negras. A Santiago en ese mismo momento se le ve en la cámara de la cocina cocinando vestido con camiseta blanca, pantalones vaqueros y deportivas blancas. Ahí tenía la prueba que durante tantos años había buscado para demostrar la inocencia de su hijo.


Roberto le pide a Josh que lo acompañe al juzgado para llevarle las grabaciones al juez. Casualmente el coche de Roberto estaba averiado; y le pide a Josh si pueden ir en su coche. Josh cede, pero su actitud cordial va cambiando por una actitud con evidentes signos de nerviosismo. Se dirigen al juzgado, pero a Roberto le extraña el camino por el que están yendo.


A Roberto le empieza a preocupar la situación, el camino que han cogido no lleva a los juzgados. Josh, cada vez mas nervioso conduce de forma temeraria… Roberto le observa y ve un gran parecido físico con su hijo. Sin que Josh le vea, Roberto manda un WhatsApp al jefe de policía con un SOS y su ubicación.


  Josh le pide a Roberto que baje del coche y nada más bajar apunta a Roberto con una pistola en la cabeza. Le pide que obedezca o correrá la misma suerte que Sarah… De repente la policía aparece y detienen a Josh.


Roberto pide al jefe de policía que lleven a Josh a declarar ante el juez. La hora de la ejecución estaba llegando. Josh al verse acorralado decide confesar.


Había sido contratado por el otro candidato a la presidencia, Harry Maguire, para acabar con la vida de la hermana del actual presidente para forzar la dimisión de éste. 

Como la discusión entre Santiago y Sarah había sido noticia en todos los programas de televisión, Harry espió a Santiago y buscó en su circulo alguien parecido a él capaz de cometer el crimen y allí en la carnicería en la que habitualmente compraba Santiago, dio con Josh, un conocido sicario que casualmente tenía un gran parecido con Santiago.


El juez de forma inmediata liberó a Santiago a escasos diez minutos de su ejecución. El empeño de su padre por fin había conseguido demostrar la inocencia de Santiago y gracias a Dios ese día la silla permaneció vacía…


                                            Joaquín Gracia Bernete (3ºESO-A)

Cúrame

 

Sonya Gray. Sábado, 15 de febrero. 

— ¡Te veo mañana! 

—Claro, honey —dije separándome de la casa de Sabrina a zancadas. 

Había sido una de esas tardes imposibles de olvidar. Habíamos ido a comprar, luego a  casa de ella a ver un maratón de Fear Street con dos botes grandes de helado y muchas  risas. Que se nos acabaron con la primera puñalada de las películas. Nos lo habíamos pasado tan bien que se nos había ido el tiempo volando y antes de que  nos diéramos cuenta ya eran las una de la noche y sus padres me dijeron que ya era hora de que me fuera. 

No tenía problema. Mis padres estaban en la boda de una amiga y no sabrían que yo  había llegado a casa a esas horas.  Levanté la vista hacia el cielo estrellado. Era noche de luna nueva y hubiera estado muy  oscura de no ser por la tenue luz que emitían las farolas de la calle.  Las calles vacías y en silencio, las estrellas... Todo me daba una sensación de  tranquilidad que raras veces sentía. Caminé despacio. Disfrutaba del ambiente. Incluso tomé mis auriculares y puse una  canción de Olivia Rodrigo, la de 1 step forward and 3 steps back.  Called you on the phone today just to ask you how were... 

Calle tras calle, la canción se acabó y empezó otra. Me relajé por completo y pasé el resto del camino pensando en lo que iba a hacer cuando llegara a casa.  Me iba a dar un buen baño, de esos que duran más de una hora, hacerme unos brownies  al microondas y tumbarme en la cama a ver Anne with an E hasta que me diera sueño. 

Cruzo la última calle que queda hasta llegar a la mía y hay un grupo de personas  sentadas alrededor de un coche. 

Nada de qué preocuparse, era normal que hubiera gente de botellón a esas horas y, si no  iban muy borrachos, eran inofensivos. Tal vez uno o dos piropos desagradables, pero  nada grave.  Paso por delante de ellos incómoda, no me gustan sus actitudes. 

Oigo un silbido proveniente de un hombre sin camiseta que está sentado en el suelo.

— ¡Vaya virtudees!  Camino aun más rápido sin mirarlos. 

— ¿Damos una vuelta, preciosa?  Uno de ellos se acerca a mí. Mi puerta está al final de la calle, si tan solo...

— ¡No, gracias! 

— ¿Qué hace una tía tan buena aquí sola a estas horas?  Se están pasando ya. 

— Irme a mi maldita casa, si no os importa. 

— ¡Uuuuh!— se burlan — ¿Eres una chica difícil, eh? Cómo me ponen las tías así.

Quería cerrarles la boca de una vez y por eso hice la mayor estupidez que puede hacer  alguien.  Me planté en frente de ellos con los brazos en jarra. 

— Mirad, no soy ninguna perrita vuestra. Idle a molestar a vuestra madre. Y muy digna me giré para irme. 

Pero alguien me agarró de los brazos. 

— ¡Suéltame! —chillé retorciéndome. 

Giré la cabeza y era el hombre que iba sin camiseta. Huele a suciedad acumulada, y  cuando abrió la boca, a tabaco y alcohol. 

— Uy, no, cariño. Yo no te voy a soltar hasta que consiga de ti lo que yo quiero. 

Alarmas de pánico se desataron en mi cabeza. El hombre me soltó y los otros tres  caminaron entre risas ebrias hacia mí. 

Intenté salir corriendo, pero uno me puso la zancadilla y caí al suelo de boca. Los cuatro  se cernieron sobre mí. Abrí la boca para chillar y uno de ellos puso una mano mugrienta y  sudorosa sobre ella. Llorando ya de miedo, la mordí, y él me pegó un bofetón en la  mejilla. Dos me agarraron de brazos y piernas. 

Uno se quitó la camiseta, la enrolló y la usó para atarme la boca. Yo no podía más que  sollozar en silencio. Solté mi mano e intenté darle un puñetazo en la cara al que me había puesto la camiseta y él sacó algo de su bolsillo y me lo apoyó en la garganta.  Una navaja abierta. 

— Muy bien, gatita. Ahora estás quietecita y en silencio si no quieres que te meta esto en  el cuello y nos gocemos tu cadáver. 

Asentí entre convulsiones de miedo y de pánico. 

Dios mío, dios mío, por favor, ¿qué van a hacerme? 

—Lleváosla al coche.

NO NO NO NO NO, POR FAVOR, POR FAVOR. 

Ellos soltaron amplias risotadas y uno de ellos metió su mano bajo mi camiseta.

— ¡Eh, no vas a comer antes de nosotros! 

QUE ALGUIEN ME AYUDE, POR FAVOR. QUIERO MORIR, POR FAVOR, DIOS,  MÁTAME. 

Me levantaron del suelo y me llevaron al asiento trasero del coche. Me desataron y se  sentó uno de ellos a cada lado, el hombre de mi derecha con la navaja en el puño. Quiero decir que intenté escapar, que me defendí, pero tenía demasiado miedo. El de mi izquierda empezó a acercar su cabeza a mi cuello y yo cerré los ojos, esperando  no sentir nada si hacía eso mientras ése asqueroso pasaba la lengua por mi cuello.  El coche se detuvo frente a una casucha de un callejón de mala muerte. Me llevaron a  rastras dentro y una vez ahí, me tiraron en una cama.  Lloré, les supliqué que me dejaran ir, que les daría lo que quisieran, pero nadie me  escuchó. 

Se sentaron en la cama y comenzaron a arrancarme la ropa con manos crueles y  despiadadas, me dejaron en ropa interior y empezaron a manosearme, metiendo sus  asquerosas manos en lugares donde yo jamás había permitido el paso a ningún chico. Y cuando ellos se cernieron sobre mí con ojos cargados de lujuria y de desprecio, cerré  los ojos y todo a mi alrededor se volvió oscuridad. 

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Desperté en mitad de mi calle, toda desnuda y tapada con una sábana. A mi lado estaba  toda mi ropa.  Y recordé lo que había pasado y tapé mi boca con mis manos, sollozando con fuerza. Algo se había roto dentro de mí. Rebusqué en mi pantalón, que estaba arrugado a mi lado. Faltaba mi dinero y mi MP4,  pero mi llave sí estaba. Entré a mi casa y me tiré en el suelo, al lado de la puerta. Lloré a gritos, entre temblores y  dolor que recorría todo mi cuerpo. Nunca supe cuánto tiempo había pasado allí.  Me habían violado. 

Entré al baño, me miré al espejo. Tenía una marca roja por toda la mejilla, recuerdo del  guantazo de aquel desgraciado. Tenía señales así en mis pechos, mi abdomen, mis  nalgas y mis piernas. Desaparecerían tras un tiempo, pero las cicatrices que habían  dejado en mi alma tardarían mucho más. 

Me metí bajo la ducha, abrí la regadera y dejé resbalar el agua sobre mi cabeza,  observando el cómo caían gotas de sangre de entre mis piernas.  Me encerré en mi cuarto y lloré hasta quedarme dormida. Soñé que veía una película con  Sabrina y comíamos brownies de microondas. 

Sonya Gray 

Auriculares puestos.  Capucha subida.  Brazos cubiertos hasta las muñecas.  Y mucho maquillaje disimulando mis ojeras y recuerdos de los golpes. Así entré un mes más tarde al instituto.  He tirado todos mis tops de colores, todos mis shorts cortos y mi falda blanca.  He convertido mi armario en cinco sudaderas grises y negras y en pantalones anchos y  descoloridos.  Que ni una sola parte de mi cuerpo esté a la vista.

Porque me siento insegura cada vez que alguien pone su mirada en mi piel. Y cada vez  que mi psicóloga me coge la mano. Y hasta cuando mi padre me abraza.  He pasado un mes de mierda. 

Mis padres me encontraron hecha un ovillo y me llevaron al hospital corriendo. Tres días ingresada, escuchando informes de los daños y un largo etcétera. Me llevaron a casa y me negué a salir de ella.  Fueron a denunciar y cuando llegué a comisaría las descripciones de mierda que di no  ayudaron en nada.  Ah, y la culpa era mía según las preguntas de los agentes. 

¿Qué hacías sola a esas horas? 

¿Llevabas puesto algo indecente? 

¿Los provocaste de alguna forma? 

¿Te defendiste? 

Creí que me ayudarían, pero lo que hicieron fue empeorarlo todo.  Una semana más tarde llegaron los pensamientos.  Esos pensamientos tabúes para la sociedad, pero que están presentes en las mentes de  miles de personas. 

Acaba con esto. No puedes volver en el tiempo. En todo caso nadie te va a echar de menos. 

Estás contaminada, ya no eres nadie. Y sí, sí era tu culpa. 

No pedí ayuda. ¿Qué iba a decir?  Esto ya era asunto mío y nadie podía auxiliarme. 

Y creí que cortando en mis brazos cada día ayudaba a mitigarme. Creí que  concentrándome en el dolor que recorría mis brazos igual que la sangre que goteaba de  mis heridas, se disipaba el dolor que había anidado en mi mente.  Me equivocaba. 

Vendaba mis brazos y los tapaba con mangas largas, así nadie se daba cuenta. Y me iba deteriorando cada vez más.  Dejé de responderle a Sabrina y a Álvaro.  Borré todas mis fotos de Instagram y mis videos bailando en TikTok. Dejé de quedar, y de buscar excusas para salir. 

Dejé de hablar con chicos. Dejé de leer historias románticas. Sonya Gray dejó de existir. 

 Ahora yo solo era un fantasma que vivía encerrado en una habitación con una cuchilla de  sacapuntas como mejor compañera.  Mis padres se preocuparon mucho por mí. 

Y decidieron que ya debía volver a clases. Lloré, pataleé y grité, pero no sirvió de nada.  Al día siguiente me planté frente a la puerta del Instituto.  Y entré mirando al suelo para que no se fijara nadie en mí. Pero todo el mundo sabía lo que me había pasado.  Y no pude dar ni dos pasos sin escucharlos sobre los auriculares. 

Me llamaban, me decían palabras que no entendí.  Y yo seguí caminando hacia delante. Pero era obvio que alguien se acercaría a mí. 

—¿Tú eres la Sonya esa? Levanté la mirada y me encontré a una chica de la otra clase con la que no había hablado nunca. 

—¿Y tú quién eres? 

— Escúchame, tú eres la niña a la que han violado ¿verdad?  Una ola de frío me recorrió la espina dorsal. 

—¿Te importa?  La chica se iba a acercar más a mí, pero llegó alguien y se plantó en frente de ella.

— ¿Tú qué  haces? La otra persona era Sabrina. Mi mejor amiga, la última persona que había visto aquella  noche.  Ella me agarró del brazo, me llevó hacia el baño y cerró la puerta. Nos miramos. Y ella, sin decir nada, me dio lo que yo necesitaba. Me abrazó. Los muros que yo había estado intentando construir se derrumbaron.Comencé a sollozar sobre su hombro. Nos separamos y nos miramos a los ojos durante un rato. 

— Te he echado tanto de menos, Sonya. 

— Sabrina, Sabrina, he pasado semanas ignorándote a ti y a Álvaro, lo siento tanto,  hermana... 

— Y te entiendo, mi vida. Tenías que recuperarte. ¿Cómo estás? 

— Mejor. Sabrina, tengo miedo, me van a preguntar cosas y yo no quiero, y no quiero que se me acerquen los chicos. 

— Pues estás de suerte. Ayer se fueron todos los del último curso y hoy vienen los de  intercambio de Estados Unidos. Va a haber desconocidos en el instituto. Gente nueva que nadie sabe qué pueden estar ocultando. Sabrina no advierte mi expresión de terror. 

—Así seguro que la gente no se va a fijar tanto en lo tuyo cuando lleguen. —¿Cuándo llegan? 

— Mañana. Asiento y luego me acuerdo de alguien. 

— Oye, ¿Álvaro...? 

— Él lo sabe. Dice que va a estar contigo si le necesitas, pero no te quiere agobiar. —¿No se ha enfadado? 

—¿Por qué iba a enfadarse? 

—Bueno...

— Oye, tenemos que irnos antes de que se den cuenta los profesores de que no estamos. Me dispuse a irme pero Sabrina me agarró del brazo. Del que estaba vendado. Me envió  una ola de dolor por todo el cuerpo. 

— Quítate la capucha, Sonya. 

— No puedo. 

— Hija, pero si no quieres llamar la atención, así vas a conseguir todo lo contrario. — Es que no quiero. Ella se puso frente a mí y me bajó la capucha mirándome a los ojos. 

— No tienes que taparte la cara de esa forma, Sonya. Tranquila. Voy a estar contigo todo  el rato. La miré inquieta. 

— Vamos, vamos... Tu pelo es precioso, bebé, y tus ojos. No dejes que el mundo se  quede sin ellos—sonrió. Y dándome la mano, salimos juntas de allí. 

La gente dejó de acercarse. No de mirarme, pero sí de hablarme. Sabrina era una de las  chicas más populares del instituto, y no solo por lo guapa que era, si no porque sabía  hacerse valer entre todos y más de una vez le había pateado el trasero a quien la  molestara.  Con ella, me sentía a salvo. 

En el pasillo de clase, nos encontramos con un chico. Probablemente la segunda persona a la que había echado más de menos . Y era un chico, sí, pero era uno de mis lugares seguros. Y yo sabía que son muy pocos  los hombres de mierda que podían hacerle a una chica lo que me hicieron a mí, pero aún  son menos los que valen tanto como él. Y a pesar de eso, mi cuerpo se encogió automáticamente. 

— ¡Sonya! Has vuelto. 

— Anda. Vete a tu clase, Álvaro. 

—Tengo clase libre. 

— ¡Mentira, ahora te toca tecnología! 

— Eso, clase libre. Es que me han dicho que ha vuelto la diva, la potra, la perra...

—Álvaro... 

—Tú y yo tenemos que ponernos al día. Te vas a cagar con lo que me ha pasado. —Hazme el favor de irte . La amistad de Sabrina y Álvaro se basa en molestarse entre sí. 

Álvaro. Mi mejor amigo y vecino de enfrente desde los cinco años. Nos encontramos en  los columpios un día de lluvia en el que los dos nos habíamos escapado, yo para jugar  con el barro y él porque sus padres se estaban gritando. Intentó cortarle una trenza a  Sabrina cuando teníamos siete años y así la conocimos a ella. 

Los dos a lo largo de los años habíamos hecho un lazo entre nosotros que no se podía  romper ni con unas tijeras de titanio. Cuando sus padres peleaban en su casa, él se venía a la mía. Hicimos una casa del árbol a los 10 años y se nos cayó encima. Cuando yo  lloraba a los trece porque me sentía insuficiente e insegura, él me secaba las lágrimas; y  un día, a los quince años, él me contó que era bisexual. 

Y ese día, en mi cuarto, mirándonos a los ojos, me di cuenta de lo que éramos el uno  para el otro. Que él me había contado a mí un secreto que llevaba acarreando tanto  tiempo, que confiaba en mí igual que yo en él.Y mientras nos abrazábamos en silencio, me juré que nunca, jamás, me iba a separar de  él. Yo no sabía que él, al mismo tiempo, estaba pensando lo mismo.

Él me dirigió una mirada pícara antes de decirle a Sabrina que podía meterse la clase de  tecnología por donde quisiera. Y Sabrina reaccionó con una patada 

Y esa fue la razón de mi primera carcajada en un mes. Mis mejores amigos. Sabrina y Álvaro. Y la verdad, es que yo había entrado al instituto ese día angustiada, sola y muerta de  miedo, pero salí riendo, con Sabrina y Álvaro al lado. 

El primer día que yo había vuelto a clase, era el día más difícil. Era el día que "la niña que habían violado" iba a volver, que sería toda una novedad y que muchos la mirarían. Pero  me fui de ahí aliviada, porque supe que desde ese momento seguro que todo iría mejor. No sabía cuánto me equivocaba hasta que entré en mi casa. Porque en mi casa regresaban los pensamientos que me invadían cuando estaba en  completa soledad. Soledad. Es una palabra que puede significar muchas cosas. Hay gente que disfruta la soledad  cuando piensan en su lado positivo. Pero también puede ser muy dolorosa Me gustaría poder explicarlo. Pero… es difícil explicar lo que es la soledad cuando no tienes a nadie que te escuche.

                                                             Rim Halimi (3ºESO-A)

miércoles, 3 de noviembre de 2021

VAMT

La muchacha abrió los ojos desconcertada. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Su reloj marcaba las cuatro y media de la mañana y lo único que sabía es que veía borroso y que la luz de la farola le apuntaba directamente a la cara. Se puso en pie, se dio dos bofetadas en su propia cara para activarse un poco. Le dolía la cabeza, no recordaba lo que había pasado en esa noche aunque en su mente estaban grabadas las señas de ¨VAMT¨. Ella no sabía que significaba eso aunque empezó a recordar cosas básicas como por ejemplo que se llamaba Blanca, que vivía en el campo sola y que ese día salió de casa a las cuatro de la tarde.



La chica quería volver a su casa pero no sabía como, ya que vivía muy lejos y no tenia la menor idea de donde estaba su cartera. Por lo tanto no podía coger ningún medio de transporte como un taxi, el metro, el bus… Todavía seguía un poco aturdida, se encontraba muy mareada, con mal cuerpo y no sabía por qué estaba en esas condiciones. Las siglas no paraban de rondarle por la cabeza, pero ella no le dio importancia. Recordó que había salido con Marcos, Laura, Carlos y Eva. Recordaba que había salido con esas personas pero Blanca no les ponía cara, no tenia ni idea de quiénes eran esas cuatro personas; ella supuso que eran sus amigos ya que recordaba que estuvo con ellos gran parte del día.


Pasaba el tiempo y ella seguía con malestar en su cuerpo, por más que intentaba hacer memoria no recordaba ni un solo segundo de lo que paso el día anterior. 


Como la chica no sabia dónde estaba, ni recordaba nada, ni sabia qué hacer se puso a dar un pequeño paseo en el lugar donde estaba, el lugar era bastante bonito, un paseo al lado de la playa muy bonito, con muchas luces y con mucha vegetación. No había nadie pero pensó que era normal ya que eran casi las cinco de la mañana, su reloj, el cual no sabia como había llegado a su mano izquierda, ya que ella nunca usaba relojes marcaba la hora. Al cabo de un tiempo de estar caminando, el reloj empezó a vibrar de una manera muy extraña, así que y cuando lo giro estaba en el mismo sitio en el cual se había levantado, una roca solitaria y bastante lisa. Volvió a girar el bisel un poco hacia adelante y se encontraba en el mismo sitio donde le vibraba el reloj.


No sabia cómo era posible, las maquinas del tiempo no existían y ella perfectamente se había dado cuenta que había dado marcha atrás y adelante en el tiempo, estaba asustada, no sabía qué hacer con el reloj ya que cierto punto podría ser bastante peligroso si no estuviera en buenas manos. Se agobió tanto que dejo el reloj en el suelo durante unos 10 minutos y se puso a descansar un rato ya que todavía tenia la sensación de cansancio en el cuerpo.


La chica estaba muy dudosa y no sabia qué hacer así que cogió el reloj del suelo y se puso a investigar lo que había pasado la noche anterior.


Empezó el día bastante tranquilo cuando salieron de casa. Cogieron el bus todos, Blanca, Marcos, Laura, Carlos y Eva. Iba todo tranquilo hasta que se fueron a la fiesta. Cuando llegaron era todo un poco raro. Todo estaba muy oscuro, algo siniestro e incluso llegaba a dar algo de miedo aunque pasaron del tema y siguieron con lo suyo.


A lo largo de la noche, cada vez que Blanca se miraba el brazo tenia unos cortes muy raros. La cuarta vez que se miró el brazo estaba escrito con cortes en la piel las siglas ¨VAMT¨ que seguía sin saber lo que significaba. Al cabo de la noche estaban Blanca y sus amigos en una habitación solos, hablando de sus cosas y riéndose como siempre. Había un liquido rojizo en la sabana pero no le dieron mayor importancia, pensaron que era maquillaje y siguieron hablando.



Al cabo del tiempo de estar en la habitación, se empezaron a escuchar golpes muy fuertes y muy molestos, entraron seis hombres con cuchillos a por el grupo que estaba en la habitación y así fue como Blanca, Marcos, Laura, Carlos y Eva descubrieron que las siglas significaban ¨Vais a morir todos¨. Ella no recordaba nada porque estaba muerta y el reloj era una maquina del tiempo en la que podía ver sus últimos instantes de vida.


Alejandro Del Río López (3ºESO-F)

Una noche lo puede cambiar todo

Tras años de ausencia volvió a la ciudad en la que sucedió el accidente que durante tanto tiempo quiso olvidar. Laura debía recoger algunas cosas de su antiguo trabajo que necesitaba.  Todo era tal y como ella recordaba. Mientras caminaba por las calles podía verse a ella misma mucho tiempo atrás paseando felizmente por las aceras de su mano. Le venían los recuerdos de aquella noche, de cuando le tuvo que dejar ir. Y de repente, pasó por ese cruce, donde ocurrió el accidente. Todavía recordaba el aspecto del coche después de la tragedia: completamente destrozado. Aquella noche fue definitivamente la peor de su vida. Pablo era la única persona que le quedaba, y la había perdido. 


Pasó por la calle donde ellos vivían. Donde él le tocaba la guitarra muchas noches, donde se reían muchas veces viendo pelis en el sofá juntos…

Se le hizo muy difícil pasar por allí, pero su objetivo era recoger lo que necesitaba de la oficina y volver a su otra ciudad. Tampoco tenía una vida muy feliz allí, se sentía un poco sola y no tenía a nadie con quien pasar el rato o simplemente tener algún apoyo. 

Hacía muchos años ya que se había mudado a otra ciudad pero ella no encontraba nada que le pudiese llenar ese vacío.


Llegó a las oficinas y entró:

- Buenos días – le dijo a el recepcionista – he venido a recoger unos papeles de mi oficina, trabajé aquí hace varios años.

- Perfecto, dígame su nombre por favor.

- Laura Sánchez López.

- Sí, aquí esta. Voy a llamar a mi compañera para que suba con usted.

- Muchas gracias.

Vino la empleada, subieron las dos por el ascensor y llegaron a la oficina donde trabajaba.

- Le abro con la llave. Tiene suerte de que no haya entrado nadie a esta oficina con otro puesto de trabajo, si no los papeles no seguirían probablemente aquí.


Entraron y olía a cerrado y la habitación estaba oscura. Subieron las persianas y abrieron las ventanas. Allí seguía todo: la mesa con sus lapiceros y portapapeles, la estantería con muchísimos libros,  la silla donde pasaba muchísimas horas sentada trabajando, el perchero donde colgaba todas las mañanas su chaqueta... Laura buscó sus papeles y los cogió. Estaban exactamente en el mismo sitio.


- Ya los tengo, gracias.

- De nada. ¿Le acompaño a la salida?

- No, muchas gracias, ya bajo yo.


Bajó por las escaleras, le agobiaban mucho los ascensores. Cuando ya salió del edificio se le había hecho tarde, y a esa hora no habría trenes de vuelta, por lo tanto tenía que hacer noche ahí por mucho que le disgustara. Tenía las llaves de su antigua casa, pero ni por asomo se iba a quedar ahí, lo veía innecesario deprimirse más todavía, así que decidió ir a algún hotel de por allí y pasar la noche. 

Buscó por el móvil y encontró uno que estaba bastante cerca por lo tanto se dirigió a ese. Cuando llegó a la habitación no le disgustó. Estaba bien. Se fue a dormir enseguida porque estaba muy cansada.


A la mañana siguiente se despertó y recogió sus cosas para volverse.

Se puso a comprar su billete por internet y hasta las siete de la tarde no salía ningún tren en dirección a su destino.


- No me lo puedo creer, ¿que hago yo hasta las siete aquí? ¡Si son las once todavía!


De muy mal humor salió de la habitación, a las once y media tenía que estar fuera.

Decidió, por muy poco que le gustase, que tenía que irse por ahí a hacer tiempo antes de volverse.

Estuvo dando un paseo por la ciudad antes de buscar algún sitio para comer. Parecía que el tiempo no pasaba. Por fin llegó la hora de comer y se fue a uno de los bares donde ella solía comer, aunque cuando llegó y se le vinieron tantos recuerdos pensó que quizá no había sido tan buena idea. Pero ya no iba a irse a ningún lado, estaba cansada de andar y tenía mucha hambre. Se sentó en una mesa y se pidió un vaso de agua. Delante suya tenía a un chico que también estaba solo.


Pasó el rato y él se le acercó:

- ¿Te importa si como contigo? Es que no me gusta estar solo ahí sentado. Laura pensó al principio que que hacía aquel chico que no conocía de nada pidiéndole que si podían comer juntos, pero luego pensó que no tenía nada mejor que hacer y que tampoco le quería hacer ningún feo.

- Vale.

Se sentó en la silla que tenía delante.

- ¿Cómo te llamas?- le preguntó él.

- Laura, ¿y tú?

- Pablo.

Vaya por dios, pensó ella. Después de eso continuaron hablando y cuando se dio cuenta llevaban ahí dos horas charlando.

- Si quieres podemos ir a dar una vuelta y tomarnos un helado.

- Vale, pero a las seis y media me tengo que ir.

- Yo también, pero bueno pasamos un rato juntos.

Pasearon por la ciudad y llegó la hora de ir a la estación.

- Vaya, es la hora. - dijo Laura

- ¿Ya? Se me ha pasado muy rápido.

- A mi también, la verdad.

- Gracias por haberme regalado esta tarde, lo he pasado muy bien.

- Yo también. Debo irme o se me hará tarde. Encantada de haberte conocido Pablo.

-Igualmente Laura. Adiós.

- Adiós.


Él se fue andando y Laura cogió un taxi. Mientras estaba sentada tenía una sensación agridulce. Por un lado, estaba muy feliz de haberle conocido, pero por otro lado, no paraba de preguntarse porque no le había pedido su número o alguna forma de comunicarse con él. Igualmente, Laura no iba a volver nunca a esa ciudad, así que no lo volvería a ver. El taxi llegó a la estación y Laura se bajó del coche.

Cuando estaba sentada miraba por la ventana pensando en sus cosas.

- ¿Laura? - dijo alguien con una voz familiar.

Se dio la vuelta y ahí estaba el.

- ¿Pablo? ¿Qué haces aquí?

-Pues cogiendo un tren de vuelta a casa, me parece que lo mismo que tú.


Desde que ocurrió todo ha pasado un año. Laura ha vuelto a encontrar su lugar. Ha vuelto a encontrar a una persona que le ha llenado. Ella no se imaginaba que volvería a ser feliz, pero se ha dado cuenta de que estaba completamente equivocada. Aquí empezaba su nueva vida.


Claudia Panadero Alcántara (3ºESO-C)