lunes, 1 de noviembre de 2021

¿Te quedas a ver las estrellas?

"Nunca he creído en los finales felices”, o eso decía ella antes de que él apareciera en su vida... Diana había tenido muchos momentos difíciles en su vida, pero el que más le rompió fue la muerte de su padre, hombre con el que había vivido momentos de los más felices de su vida y de los que ahora, sólo quedaba el recuerdo. Ella, tenía 16 años cuando eso sucedió, desde entonces han pasado ya dos años y quién siempre estuvo ahí para ella fue su madre y hermana, quiénes después de todo lo sucedido fueron las personas que le sacaron alguna que otra sonrisa, pero no volvió a ser la misma. Diana solía ser muy risueña y alegre, salía con sus amigas y hacía reír a los demás, era y es querida por muchos, pero ella tiene la sensación de que nadie volverá a hacerla tan feliz como su padre.

Bueno, todo empezó cuando Diana salió a dar un paseo allá por las seis de la tarde por las calles de un pequeño pueblo en Italia, de tanto andar se encontró con un gran prado cubierto de flores en lo alto de un pequeño monte donde revoloteaban los pájaros y se divertían las mariposas. Le llamó mucho la atención aquel sitio y se quedó quieta por unos minutos, asombrada por la belleza de ese lugar. Con curiosidad y sin pensárselo dos veces se adentró en el prado.

A la derecha había un columpio de madera que parecía viejo, pero todavía lo suficientemente resistente como para mantenerse en pie, a la izquierda una pequeña mesa, también de madera y un poco más adelante una fuente de agua cristalina y una pequeña casa para pájaros. Diana se sentó en el columpio y cerró los ojos, enredada en la brisa marina y el olor a flores silvestres.

Al abrirlos allí estaba él con su mirada profunda... no sabía que cambiaría su vida para siempre. Era un chico de ojos verdes y rizos castaños que se encontraba sentado en el suelo del prado al lado de ella. Él estaba mirándola con delicadeza y cuando Diana vio sus ojos verdes esmeralda por primera vez quedó impresionada. Ella no sentía miedo o nerviosismo porque un extraño se encontrara sentado a su lado, sino que, sentía algo bueno... no sabía qué era lo que sentía en realidad, pero estaba segura de que era algo bueno.

Diana se quedó observándolo un momento. El chico vestía un jersey de color marrón claro, unos jeans negros y unas botas también en marrón, sus rizos se movían desordenados por la brisa y estaba levemente sentado hacía atrás con las piernas extendidas. Su piel era delicada y tenía un hoyuelo en la mejilla izquierda, sus labios eran de un rojo pálido, su mandíbula estaba perfectamente estructurada y tenía varios anillos en las manos.

Diana creía que ese chico era la perfección en persona y que sus ojos eran del verde más bonito que jamás había visto, pero la pregunta aquí es: ¿por qué ese chico se había sentado a su lado así de la nada?

De repente el chico preguntó: “¿Te quedas a ver las estrellas?”, Diana estaba confusa pero aun así asintió. Así que, juntos se tumbaron en el suelo de aquel prado. Ya era de noche, Diana no sabía cuánto tiempo llevaba en aquel lugar, pero tampoco le preocupaba. Mientras veían las estrellas, ella le dijo al chico: “No me has dicho tu nombre todavía”, él le contestó: “soy Mateo, y tú tampoco me has dicho el tuyo” dijo él con un tono divertido, ella sonrió al escuchar su voz, era grave, pero a la vez, dulce y cálida y respondió: “Soy Diana... encantada”.

Después de eso, se quedaron en silencio, Diana de vez en cuando, giraba la cabeza para verlo de perfil mirando al cielo con una expresión tranquila y cuando ella no miraba, era él quién la miraba a ella. Ambos sentían como si, en ese momento, fueran las únicas personas despiertas en el mundo, como si no hubiera o importara nada más. Minutos después Mateo se levantó y antes de irse se giró y con una sonrisa le dijo a Diana: “espero volverte a ver” y tras eso desapareció entre la noche estrellada. Ella sonrió, aunque le pareció raro que él se fuera así de la nada y se quedó sola en aquel prado, escuchando las olas del mar… poco después Diana oyó las campanas de la iglesia que había en el pueblo, lo que significaba que eran los doce de la noche y rápidamente se levantó y se dirigió a casa. En el camino, sintió la necesidad de volver a ver a aquel chico y pensó que mañana volvería al prado y ver si lo encontraría allí.

Al día siguiente se dirigió al prado esperando volverlo a ver y al llegar lo encontró allí, sentado en el columpio como ella estaba el día anterior.

-“¡Hola!” - dijo Diana feliz al verlo

-“Hola, te estaba esperando” - respondió el chico con una sonrisa al ver a Diana.

-“¿Como sabías que iba a venir?” - preguntó ella confusa

-“No sé, solo tenía el presentimiento” - dijo Mateo.

Pasadas unas horas, volvieron a tumbarse en el suelo del prado como la noche anterior... y así hicieron durante más y más días, a Diana le encantaba pasar los días en el prado con Mateo y... Mateo con ella, aunque ella no lo sabía. Todas las noches conocían algo nuevo de cada uno, Diana descubrió que, en muy poco tiempo, él se había vuelto alguien importante para ella, no sabía cómo ni por qué, pero, probablemente porque le hacía sentir muy feliz y ella aún no se había dado cuenta.

Mateo logró hacer sonreír a Diana otra vez, algo que ella no había hecho desde la muerte de su padre. Él le hacía bromas, la llevaba a descubrir sitios del pueblo que ella no conocía, le ponía flores en el pelo...

A Mateo le encantaba verla sonreír, le encantaban sus pecas, su pelo, su risa, sus ojos... él pensaba que ella era perfecta y aunque no se lo decía, se lo demostraba con pequeños detalles. Una de las noches, Mateo le llevó a Diana una cinta de música con una nota, que ponía: “Creo que te he estado buscando toda mi vida sin siquiera saberlo”, Diana al leerlo miró a Mateo y le dijo con lágrimas en los ojos:

- Sabes... siempre he pensado que desde la muerte de mi padre nadie volvería a hacerme tan feliz como él... pero llegaste tú Mateo, cambiaste toda mi vida... Desde el momento en el que te vi a mi lado, sentí algo que jamás había sentido con nadie y sin conocerte aún. Has sido tú quien me ha vuelto a sacar sonrisas y a escuchar mi risa; eres tú quien me ha abrazado cuando me sentía mal; has sido tú quien me ha dado la mano y se ha sentado conmigo en la oscuridad sin la necesidad de arreglarme como intentan todos... fuiste un giro inesperado de la historia, Mateo

Mateo también había pasado por muchos momentos oscuros en su vida y estaba roto... pero todo el mundo intentaba arreglarlo. A veces, no todo se soluciona arreglando lo que no se puede, sino, sentándose en esa misma oscuridad con alguien y ese alguien para él era Diana. Tras esto Mateo le dijo a ella:

-Pensaba que éramos muy diferentes, pero a medida que iba pasando los días a tu lado me di cuenta de que en verdad... somos almas muy diferentes Diana... En realidad, no sé por qué ese día me senté a tu lado, solo sé que fue un impulso de mi corazón y que lo hice sin dudar. A lo largo de mi vida han pasado muchas personas, pero con nadie he sentido lo mismo que contigo... Nunca he sentido la necesidad de tener a alguien a mi lado para ser feliz, pero eso cambió cuando te conocí. Gracias, Diana, por dejarme entrar en tu vida tan de repente, por derramar mis lágrimas en ti y tú en mí, por confiar en mí en todo momento y por no dejarme nunca... Eres ese destello de luz que no sabía que aparecería...

Diana con lágrimas rodando por sus mejillas se lanzó a abrazarlo. En ese instante sintió la calidez de los brazos de Mateo, ella le miró a los ojos y dijo:

-Veo un para siempre en tus ojos.

Y así se quedaron durante unos minutos, fundidos en un abrazo que los convertía en un solo ser.

Cuando llegó la noche, juntos se tumbaron en el prado como hicieron el primer día que se conocieron y Diana le dijo: “Eres ese final feliz que siempre creí que no existía” ... Mateo tras escuchar sus palabras sonrió y le dijo: “Somos ese final feliz que ambos creíamos que no existía Diana”

Al final ambos se dieron cuenta de que sólo eran dos extraños atraídos por lo rotos que estaban, pero, él tenía el trozo que la complementaba y ella el suyo...

                                                                          Rocío Merino Del Río (3ºESO-A)     

1 comentario: