miércoles, 3 de noviembre de 2021

La brújula que marcaba el Sur

Muchas veces creemos que más en nuestras deducciones que en los propios hechos, por esa razón yo sigo en Devon y no sobre las vías del tren de Exeter a Londres.

Pero ahora no os hablaré sobre mí, os hablaré de Richard Perkins, un expolicía y veterano de la segunda Guerra Mundial que reside al norte de Devon en una antigua Mansión de principios de siglo. Vive con su sirvienta Margaret Wilson y un par de perros de caza, sale poco y bebe mucho, por no decir que el alcohol constituye el setenta por ciento de su cuerpo.

Nos situamos en una tarde del verano de 1954, el señor Perkins estaba mirando unas fotos del accidente de 1952 en la estación de Devon. De repente, entró Margaret a la habitación y le dijo que no se hundiese en el pasado y que viviese el presente. Perkins dejó caer la instantánea, se levantó del sillón y le dijo a Margaret: ¨Usted tiene razón, quédese con la casa y el dinero que haya dentro, hoy mismo cogeré el primer tren hacia la estación de Devon City¨.

Tras años de ausencia volvió a la ciudad en la que sucedió el accidente que tanto quiso olvidar.

Dispuesto a averiguar la verdad, se dirigió a su antigua estación de policía donde preguntó por el accidente. El teniente Taylor se ofreció a ayudarle en su investigación. Comenzaron revisando los supervivientes y fallecidos, entre ellos se encontraba la unidad entera de policía de Perkins, todos muertos. No se encontraron restos humanos: una terrible explosión. Perkins empezó a contar la historia:

Un informante anónimo nos dijo que había cincuenta toneladas de explosivos bajo la estación de Devon City, ¿Usted sabe lo que puede hacer esa cantidad de explosivos? Por ese motivo fue todo el cuerpo. Yo iba con mi compañero Alan cuando vimos a un señor sospechoso con un detonador en la estación, le grité, pero no vino, así que fui a por él. Alan se quedó en la estación buscando los explosivos. Yo me dirigí hacia el sujeto, él salió huyendo de la estación y naturalmente, yo le seguí, cruzó un par de esquinas cerca de la plaza Regan y se esfumó. Dejó una nota en la que ponía una dirección, de inmediato fui a comunicarle el hallazgo a Alan, pero de camino explotó la estación llevándose la vida de 128 personas, entre ellos Alan y mi cuerpo de policía. Después de la explosión desperté en el hospital Ashcroft y les pregunté a los médicos qué había pasado y me respondieron que había tenido mucha suerte, que un trozo de hormigón del tamaño de un balón de fútbol me había dado en la cabeza. Entonces metí la mano en mi bolsillo para darme cuenta de que la dirección había desaparecido, solo recordé la calle Tower Street. Fue bastante extraño porque recordé haber visto aún hombre vestido con una gabardina beis a los pies de mi cama justo antes de desmayarme otra vez. Dos días después cuando me recuperé de la conmoción, me dirigí a la casa de Alan inicia a su mujer, Rose .Ella se echó a llorar en mi hombro, le prometí Y al asesino de su marido, ilusa de ella me creyó.

Cuando empecé la investigación Me asignaron un compañero llamado Harry, notoriamente lo primero hicimos fue ir casa por casa por aquella calle del diablo. La mitad de las casas estaban vacías, pero hubo una que nos llamó la atención: era una familia, la familia Wilson. Nos invitaron a entrar a la casa Entonces después nos dijeron que su hijo Steve se juntaba con exmilitares desertores, además nos contaron que su hijo llegó de Londres A la misma estación donde ocurrió el accidente.

Eso le bastó la policía para detenerlo a la soga, pero algo en mí decía que no era él. Después me mudé a una mansión alejada de todo aquello y seguí con mi vida.

El teniente Taylor, le miró Y le dijo: ¿Cuál era el nombre de la familia?

Perkins le respondió: Wilson

Entonces el teniente le dijo a Perkins: ¡Maldita sea¡, Wilson es el apellido de soltera de mi exmujer, Margaret Wilson, fue atropellada en el accidente, Fue un tren que iba directo a Londres.

En ese instante Perkings se quedó petrificado; me había descubierto. Rápidamente volvió a su mansión, solo para verla arder, pero en el suelo le dejé una nota: "Gracias por el dinero. Atentamente, Margaret Wilson".

Contraté a un actor y le especifiqué lo que tenía que hacer para escapar de Perkins; después fingí mi muerte sacándome sangre y colocándola en las vías junto a trozos de carne de cerdo. Después presenté mi currículum para trabajar de sirvienta en la mansión de Perkins. Coloqué una foto del accidente en su mesa y basándome en el sentido del honor de Perkins pude deducir que me dejaría su dinero porque no tendría pensado volver.

                                Jesús Tamayo Jurado (3ºESO-C)

                    

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