lunes, 9 de enero de 2023

La habitación prohibida




Yo siempre había querido vivir en un castillo. Así que cuando leí en un anuncio que se había puesto un castillo a la venta no lo pude resistir.


Quedaba una semana para acabar las clases, por fin se acabarían los estudios  durante casi un mes y recibiríamos los regalos de Navidad. Como solo quedaban cinco días de clase mis amigos y yo empezamos a planear algo para acabar el trimestre. Como a mí no me alcanzaba el dinero propuse a mis amigos que si querían podríamos entre todos aportar dinero para alquilar el castillo tres días. Dijeron que sí de inmediato. 

Éramos seis amigos: Carolina, Julián, Roberto, Miguel, Sofía y yo, y nos fue fácil recaudar dinero, aunque quien más puso fue Julián, ya que era al que más le había entusiasmado la idea. Así que a mediodía del lunes tras terminar el instituto fuimos a hablar con el dueño del castillo y aceptó el dinero a pesar de que solo teníamos diecisiete años. 

La única prohibición que nos puso fue que no entrásemos a la sala que estaba a la derecha en la planta de arriba. La idea nos asustó un poco, pero de todas maneras ya habíamos decidido que íbamos a ir. Era una cosa bastante extraña porque Miguel era muy miedoso, a pesar de ser un joven de estatura alta para su edad y muy corpulento.

El jueves fue el último día de instituto. Sin demora nos fuimos al castillo y descargamos las mochilas y las maletas en un salón confortable, amueblado con varios sofás, por lo que bien podía ser un salón para pasar el rato. Para ello tuvimos que atravesar un pequeño jardín de estilo inglés con mucha vegetación. 

Había siete habitaciones en el castillo  y una de ellas era la prohibida. Cuatro habitaciones en la planta alta y en la planta baja otras tres. Yo me instalé en una de las de la planta de abajo, porque estaba al lado de la cocina y lo prefería. Como ya eran las ocho y media de la noche fuimos todos a cenar, yo decidí cenar un filete a la plancha. Solo pude cenar eso porque había muy poca comida como era de esperar porque en ese castillo solo vivía una persona. Así que a las diez ya estaban todos durmiendo menos yo, porque a pesar de tener bastante sueño quería aprovechar el silencio que se respiraba para ir escribiendo esta bonita historia.

A la mañana siguiente los chicos querían dar una vuelta por la montaña en la que se encontraba el castillo. Nos dirigimos a la boca del bosque, siguiendo el camino del jardín y vimos que de los árboles colgaban unas extrañas frutas amarillas, las cuales fuimos recogiendo para lavarlas en el castillo y poder comerlas. El bosque era precioso, e incluso  nos encontramos una bonita cascada que caía en un pequeño lago de aguas cristalinas, ¡parecía de película!. 

Una vez volvimos al castillo nos encontramos la puerta estaba entreabierta, lo cual era extraño ya que nosotros la habíamos cerrado incluso con llave. Cuando entramos nos quedamos perplejos por las pisadas que se encontraban en el campo de la gran alfombra roja que se encontraba en la entrada, e intentamos seguir la pista de las huellas, pero estaban un poco borrosas. Aún así se podía ver cómo subían por las escaleras de oscura madera. Sospechamos que eran de alguna cuidadora del castillo, pero sería extraño que no nos hubiese avisado, y además el castillo estaba en completo desorden después de nuestra llegada y no lo  había recogido. 

Decidimos dejar ese asunto a un lado, hasta que de repente unas horas más tarde escuchamos un terrorífico sonido que provenía de la habitación prohibida. Se había escuchado como si alguien se estuviera aporreando el solo contra la pared, nos reunimos todos en la gran sala de estar para averiguar lo que se encontraba en esa habitación, porque quizás otras personas hubiesen decidido llamar a la policía, sin embargo nosotros quisimos investigar lo que allí ocurría por nuestra cuenta. 

Cuando empezamos a organizarnos estábamos aterrorizados y a la vez con enorme curiosidad por saber qué se escondía detrás de esa puerta. 

A Roberto se le ocurrió que podríamos conseguir una cuerda gigante y trepar hasta la ventana, pero esa idea nos pareció descabellada y tras un largo rato reflexionando, Carolina propuso que fuésemos a buscar a la biblioteca que había en el sótano información sobre el pasado de este lúgubre castillo.

Después de bastante rato buscando, nos topamos con un libro que se diferenciaba del resto, era de un rojo deslumbrante y con números romanos dorados que aún medio borrados por el paso del tiempo indicaban que se había escrito en el siglo XIV. 

Decidimos abrirlo y hojearlo. Al leer pudimos descubrir de una vez por todas lo que escondía esa habitación tan tenebrosa. Supimos que en este castillo vivió una importante familia de la nobleza, y que a un conde le ocurrió un suceso muy extraño del que nadie sabía nada.

Había una teoría y era que el conde D. Antonio de Villaviciosa habría estado “jugando” a invocar diablos y una vez no invocó al diablo sino que invocó por error a la muerte.

En el momento en el que lo dijimos en alto las luces se apagaron repentinamente y Julián desapareció… No sin sentir pánico subimos corriendo a la habitación prohibida, y a pesar de que el dueño nos advirtió de que no entrásemos, nosotros decidimos ver qué se ocultaba tras la puerta.

En el momento que entramos nos encontramos con una estancia totalmente diferente al resto: las sábanas eran negras y mugrientas, los cuadros estaban torcidos y había telarañas en las paredes…parecía una habitación abandonada.

Seguimos investigando el lugar. Carolina se percató de que había un gran armario al lado de la puerta, y cuando lo abrió al instante se corrió la pared hacia el lado y se podía ver un pasadizo con unas escaleras que bajaban, nos invadía la intriga y todos quisimos entrar. La puerta secreta nos adentró en unas oscuras escaleras apenas iluminadas  con antorchas.

A medida que íbamos bajando el miedo corría cada vez más por nuestras venas, cuando terminamos de bajar nos encontramos con una jardín precioso lleno de alegría, muy diferente al que nos llevó al bosque. Había animales como ovejas y mariposas. Treinta minutos después encontramos a Julián bañándose en el río que pasaba por aquel hermoso jardín con cara de no saber nada de lo que estaba pasando.

Ya que lo habíamos encontrado decidimos irnos a recoger nuestras cosas e irnos del castillo y volver con nuestras familias.

Toqué la puerta de mi casa  y cuando la abrieron me ignoraron completamente, les hablé pero ni siquiera me miraban fijamente con los ojos, tampoco me escuchaban. Así que decidí llamar a mis amigos. Nos reencontramos todos en una plaza. Me afirmaron lo que yo sospechaba…¡ESTÁBAMOS MUERTOS! Entendimos que nos había ocurrido lo mismo que al malogrado conde. Entonces, para terminar, concluí diciendo:

"Hemos fallecido jóvenes pero hemos vivido la mayor experiencia de nuestras vidas"


Alberto Gómez Jiménez de Cisneros  2ºESO-C

1 comentario:

  1. Me ha gustado la historia, me han gustado los giros del relato

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