martes, 16 de enero de 2024

Viaje en tren



Varias semanas estuvo la carta sobre la mesa hasta que por fin me decidí a abrirla. Estaba angustiado, inquieto, pensante. Sabía de dónde venía la carta, lo sabía perfectamente, también conocía al remitente, o más bien, a la remitente, pero con lo reservado que he sido siempre respecto a mi pasado era un golpe de realidad haber recibido ese escrito, y más ahora, que estaba viviendo muy pacíficamente por mi cuenta.


Había estado mucho tiempo dándole vueltas antes de decidirme, es decir, qué tanto podía cambiar mi presente una carta sobre alguien de mi pasado? Probablemente todo fuese más sencillo, y yo lo estuviera pensando demasiado.

Y así lo hice, cogí un pequeño abre sobres con forma de espada que venía con la casa y… la abrí.


La carta desprendía un olor de esos que te traen recuerdos instantáneamente, acompañados de nostalgia. Intenté no ponerme muy sentimental pero no dejaba de sentir un cosquilleo extrañamente agradable, era una mezcla de emociones que no se podía clasificar de manera tan sencilla como “bueno” o “malo”.


Saqué el folio doblado del interior del sobre y estuve unos segundos mirando el alba a través de la ventana, recapitulando mi vida, tal vez estaba siendo demasiado dramático, o el ambiente a mi alrededor lo estaba haciendo parecer así.


Respiré hondo, volví mi mirada hacia el papel, y lentamente empecé a leer su contenido:


-”Para Oliver.


Suelo escribirle cartas a mis familiares varias veces al año, pero cuando se trata de temas importantes me quedo sin palabras. Intentaré expresarme. Siento que sería descortés por mi parte no preguntarte cómo estás o qué tal vas últimamente, pero no me responderías, de hecho, no se si responderás esta carta, ni siquiera puedo asegurar que la vayas a leer. El punto es, si realmente tú, Oliver, estás leyendo esto, tengo una noticia para ti.


Hace ya varios años que nos dejaste atrás, que casi sin previo aviso te fuiste del pueblo donde te criaste. A decir verdad, cualquiera se podría esperar eso de ti, eras el que no salía a la calle pero tampoco estudiaba, el que se llevaba “bien” con todo el mundo pero no tenía más que un par de amigos.-”


La carta seguía, pero antes de continuar cerré los ojos con la mente en blanco durante unos segundos. Necesitaba una pausa antes de seguir.


-”Eras un chico con mucha presión encima, la presión de su propio mundo. Ser diferente te hacía destacar entre unos pocos, para bien o para mal. Aún así, vuelvo a recalcar que ese pequeño chico tenía un par de amigos, que lograron hacerse paso entre ese laberinto de pensamientos cuando él más lo necesitaba. 10 años pasaron juntos, toda su infancia y una enorme parte de su juventud en la que el pequeño Oliver abrió su mundo al resto, o al menos, una parte de este, sinónimo de expresar lo que siente. 10 años pasaron hasta que el más singular de los tres desapareció, dejando al resto con una gran inquietud, y sensación de culpa. Esos dos adolescentes que tanto tiempo estuvieron junto a él, trataron de hacer su propia vida, y en parte lo consiguieron.


A pesar de ser muy chocante, ellos siempre habían sido activos y extrovertidos, así que decidieron mirar hacia adelante, sin dejar de recordar el pasado con cariño, y sintiendo que algo faltaba. Esos jóvenes que te han acompañado casi toda la vida se van pronto del país, y realmente no sé cuánto te importamos, pero tú para nosotros has sido crucial, por eso nos gustaría verte una última vez antes de partir. Dado a cómo están las comunicaciones hoy en día, no sé si podremos volver a contactar en algún momento, así que esta carta es mi último rayo de esperanza de poder volver a verte. No hace falta que contestes, tampoco estás obligado a venir por compromiso si no te sientes listo o con los ánimos suficientes. 

Nos iremos el día 11 del mes que viene en tren, sabes perfectamente la dirección del pueblo. Nada me emocionaría más que poder decir “nos vemos”, así que ojalá así sea.-


La carta acababa con una firma a pluma que decía... “Clara”.


Dejé la carta en la mesa y me senté, por fin la había leído, me había quitado el peso de encima, pero ahora tenía uno mucho mayor. Podría ignorarlo todo y seguir como si nada, ya llevaba unos años haciéndolo y creo que podría haber seguido, pero por otro lado, el hecho de no volver a verlos nunca más resonaba en mi cabeza.


Mi situación actual era sencilla. Vivía solo, en otro pueblo más pequeño aún pero esta vez solo. Nada de lo que decía Clara en la carta era mentira, me fui de allí sin avisar, sin justificarme o dar algún tipo de explicación. Volver ahora me destrozaría. Realmente no sé si los motivos por los que me fui serían suficientes para convencerles, ya que ni siquiera yo estoy seguro al 100% de cuales son esos “motivos”. Pero sé que tenía que hacerlo.


Toda mi vida se había basado en huir y refugiarme en mí mismo, lejos de todo y todos, lo mismo que me hace daño, es así desde que soy pequeño y me parece que se mantiene igual actualmente.


Pero no es sano. Estaba pasando una crisis mental muy fuerte, nunca he sido precisamente impulsivo, siempre me pienso todo más de tres veces, y en ocasiones lo sobre pienso, pero esta vez no tenía tiempo, según la carta de Clara, se iban el 11, y esta ya había llegado lo suficientemente tarde, sumándole la semana que había estado dubitativo sobre si debía abrirla o no. Ya era 8


Tenía bastante miedo, no sabía cómo podría mirarles a la cara, tendría que dar muchísimas explicaciones, y yo estaba paralizado sólo de pensarlo. Lo único que me convenció, fui yo mismo. Quería ir, realmente quería verlos, todo lo demás eran problemas pero no eran del mismo peso. Estaba a un pequeño paso de no hacerlo, pero al final decidí ir, aunque manteniendo mis motivos para mí, como había sido siempre. 



Guardé en mi maleta unas prendas de ropa (de un monótono color negro y rayas, como todo mi armario) y guardé mis ahorros en un bolsillo interior de mi abrigo de pluma semi-nuevo. 

Tenía que esperar al día 9 para poder coger el tren, y en el periodo de entremedias traté de no pensar mucho, porque sabía que si lo hacía me acabaría quedando en casa, pero es difícil no pensar si habito más en mi mente que en el mundo real. Finalmente llegó el día. Siempre he amado los viajes en tren, y ver la naturaleza a través de la ventana mientras cada pasajero reflexiona sobre su mundo en silencio es en mi opinión algo romántico. Más si es otoño, la estación en la que todo se tinta de un agradable naranja.


Llegué a la estación disfrutando del paisaje, cargando con un equipaje bastante ligero, y todavía restos de aquel cosquilleo que me dio al leer la carta. Todavía no me había mentalizado y el haber actuado de manera impulsiva por tener poco tiempo solo lo empeoraba todo. Le di mi ticket al revisor y afortunadamente me tocó en un vagón en el que apenas había un par de señores viajando por cuestiones de trabajo. Estuve todo el viaje absorto escuchando las ruedas del tren pasar por las vías y en algún momento traté de identificar algún pájaro que surcaba el cielo. Estaba disfrutando el viaje.


Al cabo de unas horas, llegué a la primera parada. Tendría que pasar el día allí antes de coger un tren nocturno que me llevase a la siguiente parada. Caminé por las antiguas calles de roca, que se cruzaban y cortaban sin un rumbo fijo, eran calles vacías llenas de casas que en algún momento habían pertenecido a diversas familias de varias culturas distintas, pero con la cantidad de personas que habían decidido migrar a la ciudad estas habían quedado abandonadas. Vi algún que otro niño revoloteando por ahí, y sin darme cuenta mis nervios se habían ido parcialmente, ahora sentía más tranquilidad. Así seguí hasta la noche, cuando me monté en el siguiente tren.


Fue un largo camino de paradas y diversos trenes que me tomó varios días para llegar. Pero finalmente llegué a la estación, aquella de la que había partido hace unos años atrás sin nadie más. No sabía exactamente la ubicación en la que se encontraban Clara e Isma (afortunadamente, pues no tenía que preocuparme por ir a un punto exacto). Decidí andar y visitar aquellas zonas en las que había pasado toda mi vida, pues siendo sincero, ahora que mis dos motivos para volver se iban, no creía volver a pisar estas tierras jamás.

Fue una mañana larga, visité casas, tiendas, el río… todos esos lugares estaban llenos de recuerdos, y fui a parar a una plaza. Me senté en un banco. Ese era el punto de encuentro que teníamos cuando éramos pequeños, pues coincidía justo al lado de nuestras casas.

Tantos trenes me habían hecho polvo, y tantas dudas de golpe me habían quitado el sueño, por lo que estaba agotado. Sin darme cuenta poco a poco fui cerrando los ojos… y así… me quedé dormido.




Cuando me desperté el cielo era de un color azafranado. Al principio estaba un poco confuso, pero a medida que me espabilaba me di cuenta de que habían pasado varias horas y ya era bastante tarde. Me dirigí corriendo a la estación de tren, donde ví un pequeño cúmulo de gente en coro, alrededor de dos personas que saludaban de manera calmada. Traté de abrirme paso entre la multitud para llegar al foco de atención, pero el maquinista ya estaba diciendo que todos debían subir a bordo si no querían quedarse en tierra. Logré cruzar entre tantas personas y me quedé paralizado al hacer contacto visual con las versiones casi adultas de mis amigos de la infancia. 


Fueron unos segundos eternos, donde ninguno se atrevía a moverse pero las expresiones faciales denotaban alivio, tristeza, felicidad, por lo que estaba ocurriendo, y por lo que iba a ocurrir en poco. Al final Isma fue el que dio el primer paso, agarró a Clara del brazo y se acercaron a mi corriendo sin decir nada, solo para darme un abrazo. El maquinista seguía metiendo presión a todos los pasajeros para que montasen a bordo, pero nadie estaba escuchando nada ahora mismo, lo único que tenía nuestra atención era ese reencuentro, que no necesitaba palabras para expresarse. Escuché a Clara susurrar “gracias” en mi hombro. Fue una manera de liberar todo lo que en tantos años no habíamos podido. Yo cambié toda mi vida precisamente por mi pasado, por mí mismo y los de mi alrededor, y lo hice de la peor forma. Aun así, después de todo este tiempo ellos habían logrado pasar página y construirse un futuro, que en este caso tendría que ser fuera, pero no sabían el porqué me había ido, fue de un día para otro, y aun así, no me sentí juzgado, solo sentí cariño por su parte, y la tristeza de que muy probablemente nunca nos íbamos a poder ver de nuevo.


                                                                                              Alphonse Rodríguez Morales 4º-D

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