martes, 16 de enero de 2024

La casa abandonada

                      


Siempre me había llamado la atención aquella casa abandonada al final de la calle.
Era una construcción antigua, de piedra y madera, con las ventanas rotas y el
tejado hundido. Parecía sacada de una película de terror, y los niños del barrio
se atrevían a lanzar piedras o a acercarse a la puerta, pero nadie se atrevía a entrar.


Yo era diferente. Me gustaba explorar lugares misteriosos y sentir la adrenalina de lo desconocido. Así que una tarde, cuando el sol se ponía en el horizonte, decidí entrar en aquella casa abandonada. Llevaba una linterna, una navaja y una mochila con algo de comida y agua. No sabía qué me iba a encontrar, pero estaba dispuesto a averiguarlo..


Crucé el jardín descuidado, lleno de maleza y basura, y llegué a la puerta principal. Estaba cerrada con un candado, pero lo rompí con la navaja y empujé la puerta con fuerza. Se abrió con un chirrido que me erizó la piel. Entré en el oscuro recibidor y encendí la linterna. Vi un espejo roto, un perchero vacío y una escalera que subía al piso superior. También había dos puertas a cada lado del recibidor. Elegí la de la izquierda y entré en lo que parecía ser el salón.


El salón estaba lleno de muebles viejos y polvorientos: un sofá, una mesa, una estantería, una chimenea... Todo cubierto de telarañas y manchas de humedad. En las paredes había algunos cuadros descoloridos, que mostraban paisajes y retratos. Me acerqué a uno de ellos y vi la cara de una mujer joven, de pelo rubio y ojos verdes. Tenía una expresión triste y melancólica. Me pregunté quién sería y qué le habría pasado.


Seguí explorando el salón y encontré una puerta que daba a la cocina. La cocina estaba igual de sucia y abandonada que el resto de la casa. Había platos, vasos y cubiertos tirados por el suelo, y un olor desagradable que me hizo taparme la nariz. En el centro había una mesa con cuatro sillas, y sobre ella, un periódico viejo. Lo cogí y lo miré. La fecha era del 15 de enero de 1984, y el titular decía: "Tragedia familiar: padre mata a su esposa e hijos y luego se suicida". Debajo había una foto de la familia: el padre, la madre y dos niños pequeños. La madre era la misma mujer del cuadro.


Sentí un escalofrío y solté el periódico. Aquella era la casa de la tragedia. Recordé haber oído algo sobre aquel suceso, pero no sabía que había ocurrido en aquella casa. Me pregunté qué habría llevado al padre a cometer aquel acto tan horrible. ¿Sería por dinero, por celos o por locura? ¿O habría algo más?


Decidí salir de la cocina y subir al piso superior. Quizás allí encontraría más pistas. Subí la escalera con cuidado, evitando los escalones rotos, y llegué al pasillo. Había tres habitaciones y un baño. Entré en la primera habitación, que era la de los padres. Estaba vacía, salvo por una cama deshecha, un armario y una cómoda. En la cómoda había un marco con otra foto de la familia, sonriendo. Parecían felices. ¿Qué habría cambiado?


Entré en la segunda habitación, que era la de los niños. Había dos camas, una con sábanas beige y otra con sábanas lila. En las paredes había pósters de dibujos animados y estrellas fluorescentes en el techo. En el suelo había juguetes rotos, libros y ropa. Parecía que los niños se habían ido de repente, sin llevarse nada. Me imaginé cómo sería su vida antes de la tragedia. ¿Irían al colegio, tendrían amigos, se divertían?


Entré en la tercera habitación, que era la más pequeña. Estaba vacía, salvo por una mesa y una silla parecía una sala de trabajo. Sobre la mesa había una máquina de escribir que tenía una hoja que ponía “Querido lector, esta novela está por terminar" , un montón de papeles y una botella de Jack Daniels, el fuerte olor que desprendía ese whisky se notaba desde muy lejos . Me acerqué y vi que los papeles eran el borrador de una novela. La novela se titulaba "La casa abandonada", y el autor era el padre de la familia. Empecé a leer el primer capítulo, y me quedé horrorizado. Era la historia de un hombre que entraba en una casa abandonada y encontraba los cadáveres de una familia asesinada. Era la misma historia que yo estaba viviendo.


Solté los papeles y retrocedí. Aquello no podía ser una coincidencia. Aquel hombre había escrito su propia tragedia, y yo la estaba repitiendo. ¿Cómo era posible? ¿Qué significaba? ¿Qué quería de mí? ¿Qué estaba pasando?


De repente, oí un ruido detrás de mí. Me giré y vi la puerta cerrarse de golpe. Intenté abrirla, pero estaba atrancada. Grité, pero nadie me escuchó. Estaba solo, atrapado en aquella habitación maldita.


Miré a mi alrededor, buscando una salida. No había ninguna. Solo había una ventana, pero estaba demasiado alta y no se podía abrir. La única esperanza que me quedaba era la mesa. Quizás allí encontraría alguna pista o alguna llave, alguna explicación o alguna solución.


Me acerqué a la mesa y abrí el cajón. Estaba lleno de polvo y telarañas, pero también había algo más. Algo que me hizo temblar de miedo y de asombro. Algo que jamás imaginé que encontraría.


En el polvoriento cajón de la mesa había una pistola y una nota. La nota decía:


"Perdóname, hijo. No pude terminar la novela. Tú eres el final".


Querido lector, la novela finalizó.


                                                                         Elena Camacho Ginés 4ºE



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